Si cree que el 9% de inflación es malo, piense en el 90% , dice el New York Times en alusión a la “bizarra” economía argentina

Infobae - 6 de Octubre de 2022

El periódico norteamericano envió a dos periodistas para que durante dos semanas visiten el país e intenten entender cómo se vive en un país cuya moneda se desintegra

The New York Times, acaso el periódico más influyente de EEUU, comparó la inflación que sufre el país del norte con el ritmo de los precios en la Argentina. “Si cree que la inflación de 9% es mala, imagine una del 90%”, desafía desde el título a sus lectores en una nota publicada este sábado.

Se trata de un extenso reportaje de Jack Nicas y Ana Lankes, que visitaron el país y lo recorrieron junto a Sebastián López Brach para ver el fenómeno de cerca. “Con el mundo lidiando con precios en alza -dice la bajada de la nota- “una excursión a la Argentina revela cómo años de inflación pueden dar lugar a una economía verdaderamente bizarra”

“El dólar es rey en la Argentina porque el peso argentino se está desintegrando, en particular durante el último mes. Hace un año, 180 pesos podían comprar un dólar en el ampliamente usado mercado negro, ahora se necesitan 298″, cuentan los cronistas que durante quince días hablaron del fenómeno inflacionario con economistas, políticos, productores rurales, agentes inmobiliarios, peluqueros, taxistas, cajeros, artistas y vendedores callejeros y personas desempleadas y cuentan su asombro por el hábito argentino de pagar compras tales como terrenos, casas, autos y costosas obras de arte en efectivo y en dólares que guardan en ropa vieja, debajo del piso o en depósitos de seguridad situados en subsuelos y a los que se llega luego de pasar hasta nueves puertas.

El artículo cita que según expertos la Argentina es el país del mundo con más tenencias de dólares fuera de EEUU. Tanta, enfatiza, que a veces los dólares son tirados por error, como aparentemente sucedió en un basural en el que se encontraron decenas de miles de dólares.

“Con el peso desplomándose, los precios suben para intentar equipararse. Muchos economista esperan que la inflación, ya del 64%, llegue a 90% en diciembre. Es una de las peores crisis económicas en décadas, y eso es mucho decir para la Argentina”, dice un pasaje, que asevera que en un mundo que lidia con el aumento de precios, “tal vez no hay economía que entienda mejor que la Argentina lo que es vivir con inflación”.

El país ha convivido con el fenómeno la mayor parte de los últimos 50 años, recuerda el diario norteamericano, incluyendo una etapa caótica a fines de los 90s en que la inflación llegó a un “casi increíble” 3.000% y en la que los argentino corrían a los almacenes a comprar antes de que los empleados llegaran con sus pistolas de remarcación. “Ahora –recuerda- la inflación alta volvió, excediendo el 30% anual todos los años desde 2018″.

El dólar

El reportaje empieza citando a Eduardo Rabuffetti, un argentino que estuvo en EEUU solo una vez, en 1999 en Miami, durante su luna de miel, pero conoce los billetes de cien dólares mejor que la mayoría de los norteamericanos y es capaz de reconocer un billete falso al tacto y muchas veces caminó por las calles de Buenos Aires con decenas de miles de dólares en su saco, porque es un desarrollados inmobiliario que construyó dos edificios de oficinas y compró los terrenos de ambos edificios en efectivo, con billetes de cien dólares.

“Aquí, si no se ve el dinero, nadie firma nada; después de la cantidad de crisis por las que pasamos, nos acostumbramos a eso”, explica Rabuffetti a los enviados del Times, que agregan para ahorrar los argentinos los argentinos guardan dólares en lugares insólitos.

Hablar de economía anima cualquier conversación, dicen los enviados, y genera desde maldiciones hasta opiniones informadas sobre política monetaria. Una mujer les dijo que oculta dólares en una vieja ropa de esquiar, otra les contó que compró su vivienda con dólares que llevó ocultos en el corpiño y una camarera venezolana se preguntó si había emigrado al país adecuado.

Algo es muy claro, dice el artículo: “Los argentinos han desarrollado una relación altamente inusual con su dinero: gastan sus pesos tan rápido como los tienen, comprando en cuotas desde televisores hasta pelapapas, no confían en los bancos, raramente usan crédito y tras años de constantes aumentos de precios tienen poca idea de cuánto cuesta algo”.

El país es así un caso de estudio de cómo la gente se adapta a vivir en una economía casi imposible de imaginar en cualquier otra parte del mundo. La vida es especialmente manejable para aquellos con medios para hacer funcionar el sistema, pero muy dura para el resto, dice el Times.

Uno de los testimonios es el de Juan Piantoni, de Ingot, una empresa que fabrica cajas de seguridad, cuyo negocio es floreciente. “Nos preguntamos cómo la sociedad permite que esto suceda”, dice Piantoni, quien cree que el país está en vísperas de “una crisis mayúscula”, solo basta que alguien “encienda la mecha”.

Hasta ahora, sin embargo, las cosas se mantienen calmas, con los salarios de muchos trabajos subiendo cerca del 50%, los alquileres subiendo a tasas parecidas y millones de argentinos recurriendo al mercado negro para evadir las restricciones del gobierno para acceder al dólar. De ese modo, en áreas ricas la construcción sigue a buen ritmo y los bares y restaurantes están llenos y en algunos es muy difícil conseguir reserva.

Pobreza

Mientras tanto, en las zonas pobres la gente junta cartones para vender, juntan dinero para comprar comida y recurren al canje para evitar el peso. “Típicamente, los pobres argentinos no tienen trabajos en los que haya aumentos salariales automáticos ni dinero extra para comprar dólares”, lo que hace que se ganen unos pocos pesos mientras los bienes se vuelven más y más caros, dice el artículo que cita la tasa oficial de pobreza del 37%, contra el 30% que era en 2016.

El Times recuerda que Martín Guzmán renunció al Ministerio de Economía el 2 de julio, en los siguientes 26 días el valor del peso cayó 26% y que el presidente Alberto Fernández echó a la sucesora de Guzmán (Silvina Batakis), quien, como otros 20 ministros antes de ella, duró menos de dos meses en el cargo.

Si bien el artículo dice que algunos vinculan el reciente soplo hiperinflacionario al alza de precios mundial, la guerra en Ucrania y problemas en las cadenas globales de valor, agrega que “muchos economistas creen que la inflación argentina es autoinfligida” pues el país gasta mucho más de lo que recauda para financiar salud gratis o ampliamente subsidiada, universidades, energía y transporte público y para financiar el déficit imprime más pesos.

El principal acreedor y el nuevo ministro

Al respecto cita que el FMI, al que la Argentina le debe USD 44.000 millones, pidió al gobierno recortar el deficit y aplicar políticas monetarias más estrictas y que el miércoles pasado el nuevo ministro de Economía, Sergio Massa, “dio uno de los pasos más significativos en años cuando se comprometió a dejar de imprimir pesos para financiar el presupuesto”. Sin embargo, aclara, muchos argentinos “descreen de que el país esté listo para adoptar las difíciles opciones necesarias”.

Los argentinos, prosigue el reportaje, esperan que la actual situación no lleve a un desastre como el de 2001, cuando se produjo una corrida bancaria. “Ese año se volvió claro que los inversores extranjeros creían que el peso argentino valía mucho menos que el tipo de cambio oficial”. Los argentinos corrieron entonces a los bancos, pero el gobierno impuso un límite a los retiros y después hizo una quita sobre el valor de los depósitos mediante una devaluación brusca, el presidente renunció y se fue en helicóptero para evitar la “masa enojada” en Plaza de Mayo. El Times recuerda aquel episodio con el testimonio de Ana Mabel, una vendedora de garrapiñada con 5 hijos.

Según el artículo, Sergio Massa “dio uno de los pasos más significativos en años cuando se comprometió a dejar de imprimir pesos para financiar el presupuesto”, pero muchos argentinos descreen de que el país esté listo para adoptar las difíciles opciones necesarias

Además, el artículo precisa que en 2017 se lanzó el billete de 1.000 pesos, que entonces valía 58 y hoy vale 3,45 dólares en el mercado negro, un precio cercano al Big Mac, mientras un IPhone cuesta más de un millón de pesos.

Los constantes cambios de precios hacen que la gente pierda noción del valor de las cosas: los menúes cambian contantemente, los taxistas deben ajustar sus medidores y las etiquetas de precios suelen quedar desactualizadas. Una pesadilla para Oscar Benítez, cuyo negocio vende unos 80.000 productos diferentes de los que le cuesta saber el precio. Como ejemplo, le mostró al Times un par de tijeras de 600 pesos que hace un mes costaban 400 y hace un año 120 pesos. “Es triste, pero fue siempre así. Si tuviera 51 años, ya estaría en EEUU, que es lo que quiero ahora para mi hija”, le dijo Benítez a los enviados del diario norteamericano.

Sin precio y todo en cuotas

Es casi un mantra en la Argentina, dice el artículo: los pesos se desintegran, mejor gastarlos cuanto antes. “Cuando pienso en mis ahorros en esos –cita a Eduardo Levy Yeyati, un economista profesional y profesor en Harvard- digo “paguemos este viaje, renovemos la casa, compremos cosas. De lo contrario, pierdo dinero cada día que lo mantengo en el banco”.

Pero la compra favorita de los argentinos es el dólar. El Banco Central de la Argentina, cita el Times, estima que los hogares y empresas argentinas detentan por fuera del sistema bancario el equivalente a unos USD 230.000 millones en activos financieros externos, mayormente en dólares, mayormente en bancos en el extranjero pero también escondido en distintos lugares del país.

Como la dependencia del dólar es mala para el peso, el gobierno limita las compras de dólares a un máximo de USD 200 mensuales al tipo official, que es menos de la mitad de su valor en el mercado negro, al en el centro porteño –cuentan con asombro los enviados- se accede a través de hombres y mujeres llamados “arbolitos”, que conducen al cliente a cuevas privadas. “Es todo illegal, pero a los policías que están cerca no les importa; muchos de ellos usan el mismo mercado”.

Cash y trueque

Otros testimonios del extenso reportaje son Juan, quien distribuye “cash” en su moto y dice que tres de sus clientes habituales son policías, y Yanina Arias, una agente inmobiliaria que a lo largo de diez años completó centenares de operaciones “pero nunca una en pesos”. Además, aclara, quienes venden exigen dólar sin manchas ni rasguños y “cara grande”. Otros 7 argentinos entrevistados dijeron haber pagado sus viviendas en cash que metieron en sus pantalones o en bolsas camufladas con productos frescos. Arias, la agente inmobiliaria, dijo incluso que algunos ricos rentan camiones blindados para realizar sus operaciones y el empleado de una financiera citó como una pareja de ancianos insistió en contar los billetes a mano.

Adela Castillo y su marido le contaron a los periodistas del Times que durante la pandemia se pusieron a vender desde su casa cemento y otros artículos para la construcción. Les fue bien y en un momento decidieron comprar un montacargas, ante la falta de crédito bancario consiguieron que un amigo de la familia les prestara 15.000 dólares que con el desplome del peso ahora tienen problemas para pagar.

Otro caso es el de Silvina López, 37, ciega de un ojo y esposa de un trabajador de la construcción, que en Lomas de Zamora, que canjea alimentos que recibe del gobierno por pañales para Milagro, su hija de un año, y pañales, azúcar y galletitas por leche para Mia, su hija de 8 años.

En la crisis de 2001 medio millón de personas recurrieron al trueque, recuerda el artículo, que cuenta el evento de un domingo reciente, en el conurbano bonaerense, con unas cien personas amontonadas en torno a mesas para canjear pertenencias: ropa usada, artículos de limpieza, masa para pizza y facturas caseras, insecticida, usando “créditos”, la moneda del propio club, impresos en papel blanco, que prefieren al peso. En un momento, Karina Sánchez, una organizadora que vende productos de Avon, anunció el canje de “créditos” viejos por nuevos, de mayor valor. Sucede, le explicó a los enviados del Times, que los “créditos” también sufren el efecto de la inflación.